miércoles, 12 de septiembre de 2012

La hamburguesa más rica de todo el universo


Todo empezó luego de hablar con un amigo por skype, contándole que ayer se me había ocurrido filosofar con una amiga en la universidad sobre el “hacer” y el “no hacer”.
En ello le contaba que yo había sacado varias conclusiones, tiempo atrás en mi vida, que cada vez que las recuerdo es como si me “iluminara” para luego olvidarlo y volver a automatizarme una y mil veces… ¡Pero el recordarlo es tan hermoso! Aunque luego lo vaya a olvidar, ¡lo seguiría haciendo una y mil veces más, hasta la eternidad!

Recuerdo que descubrí una gran cosa en este mundo de movimiento y cambios: Todos existimos en estado de “hacer”. Ah! Eureka Martín, ¡chocolate por la noticia!! Bueno… pero allí no termina la historia…
Sabemos que todos estamos siempre “haciendo algo”, lo que sea, desde lavándose los dientes, peinándose, caminando, comiendo, hablando, escuchando, mirando algo, bailando, haciendo cálculos con la mente, pensando, leyendo, mirando la tele, riéndose, llorando, enojándose, soltando una carcajada, haciendo esfuerzo físico con algún objeto, dando un discurso para todo un país, barriendo la vereda, pintando un cuadro, limpiando la casa, componiendo una obra musical, gritando, haciendo una investigación científica, conversando con alguien, escribiendo un comentario en facebook, haciendo una obra humanitaria en haití, cocinando en casa o meramente rascándose la nalga derecha, algo que a mi particularme me gusta hacer a la mañana cuando recién me levanto…

¿y que hay de nuevo en todo esto? Pues bien, lo que a veces, por lo menos en mi caso, olvidaba es que todas las cosas que nombré anteriormente (que no deben ser ni un 0,001% de las cosas posibles de “hacer” en este mundo) tienen el “mismo valor de importancia”: son formas de “hacer”.
Sé que aquí juega la moral y mil cosas, pero en fin, el ser humano sólo “hace cosas”, más allá del calificativo que le pongamos a esa acción…

Entonces, mi primer descubrimiento es que “vivimos en estado de hacer”.
Ahora bien, con esto no podría llegar a explicar el porqué del título que puse a este artículo… Bueno, continúo…

Ahora bien, “todo es hacer”, sin embargo, no siempre estoy contento con lo que estoy haciendo. A veces pienso: debería estar haciendo “esto otro”, o quizás “estoy perdiendo el tiempo”… O miro el reloj y veo que pasaron dos horas y no avancé en la lectura de algo que quería avanzar o no terminé un trabajo que quería terminar, y me aparece una sensación de frustración, de no disfrute.
Allí me digo: y si todo es “hacer al mismo nivel de importancia”, ¿como es posible que me pase esto? Allí descubrí que mentalmente había formado (o tomado, no importa) conceptos en mi mente de que “algunos hacer son más importantes que otros” y otros son “perder el tiempo” o “no valorados”. Lo extraño de eso es que tomé esos conceptos, sin saberlo, para juzgarme a mi mismo y no permitirme disfrutar.
Entonces, he aquí mi segundo descubrimiento: “todos los ‘haceres’ (palabra que inventé, que sería el plural de “hacer”) son igualmente importantes aunque tenemos conceptos mentales que hacen que valoremos unos más que a otros y busquemos los de más valor, sientiéndonos frustrados cuando no los logramos”.
Y que sigue a continuación… ¡entender que todos los hacer son igualmente importantes y derribar los calificativos de superioridad e inferioridad! ¿qué significa esto? Algo muy simple, que es lo mismo si me levanto a las 7 de la mañana para ir a trabajar, que si sigo durmiendo hasta las 5 de la tarde y salgo a dar un paseo por el vecindario; como también era lo mismo el discurso de la presidente esta tarde en el canal público mientras yo estaba preparando un mate y mi mamá estaba preparando una mermelada en casa. Ningún hacer es superior ni inferior a otro hacer. Pues bien, entonces lo que hago, es lo único que debo hacer, lo mejor, lo óptimo.

Ahora me surge una tercer pregunta: Y si existe una igualdad de valor entre todos los haceres posibles, ¿entonces cuál elijo? ¿o no elijo?

Ahora viene el tercer descubrimiento: si fuera alguien a quien todo le da lo mismo, entonces cualquier hacer me haría sentir pleno y satisfecho. Pero en fin, reconozco que hay cosas que disfruto más que otras. Entonces aquí, reconociendo la parte subjetiva de que “disfruto algunas cosas más que otras”, pues la respuesta es: “debo elegir de entre las alternativas, aquella que me permita disfrutar más”. Y siempre recordando, que es “dentro de las alternativas”, total “todos los haceres son lo mismo”…
¡¡¡Guauuu!!! ¡¡¡Qué emoción!!! ¿estás viendo lo mismo que yo? ¿Qué eso que estás haciendo en este momento es lo mejor que podés estar haciendo? ¿Y que encima, si ahora te diste cuenta, seguro elegirás más cosas que disfrutes hacer, sabiendo que todo es lo mismo?
Así también no pude evitar recordar la primer gran verdad de este mundo: “nacemos para morir”. Y la segunda verdad ahora: “vivimos en estado de hacer”. Y yo que no estaba disfrutando…
“¡¡¡gil, despertate!!!! ¿¿¿Qué estás esperando??? Me dije a mi mismo”.

Hablando con mi amigo de Skype y contándole estos descubrimientos, me iba dando cuenta que igual, a pesar de haberlo descubierto antes, volvía a caer en la ilusión de estar preocupado de que “no estaba haciendo lo que tenía que hacer” o de que “estaba perdiendo el tiempo”… Pero hoy volví a recordarlo!!! Y se dibujó una sonrisa en mi, que hasta se volvió carcajada!!! No tan estridente, porque no es mi estilo, pero si una carcajada que en mi sería como una especie de demente o insano quizás. O tal vez, como dirían: “¿qué te fumaste tincho?”.
Pues terminada la charla con mi amigo, era la 1 de la mañana y no había cenado, porque sabía que era todo lo mismo y no tenía hambre y ahora si me había dado hambre. Por un instante pensé: “no es hora de cocinar”… Y al toque me di cuenta: ¿cuándo es la hora de algo? ¡¡¿si todos los hacer tienen el mismo valor, a cualquier hora?!!

Entonces abrí la heladera y encontré unos panes de hamburguesa, una mayonesa casera que había hecho yo, un revuelto de chauchas hechas por el novio de mi mamá, un poco de arroz yamaní que había dejado mi hermano en un taper y una orma de queso muzzarella. Me dije a mi mismo: _inventaré una hamburguesa y no sé que tal saldrá… 

Unté los panes, con un poco de desconfianza, pero riéndome de que era hermoso hacer lo óptimo que podía hacer, mientras todos estaban ya acostados yo estaba cocinándome una receta única en el mundo, jamás comida por nadie en este planeta ni en ningún otro seguro…
Así puse el queso en la tapa superior ya untada con la exquisita mayonesa natural, y las chauchas juntitas acomodadas, en la tapa inferior, junto al arroz yamaní al cual lo compacté con una cuchara; todo esto mientras las deboraba con la mirada y con el fuego del hambre que empezaba ya a encenderse dentro mío.
Luego las puse en la plancha caliente para hacer tostadas con una pizzera de tapa. Las di vuelta y en un par de minutos estaban listas las dos. 

Traje una a mi plato y la miré antes de que fuera mi víctima. Le di el primer mordisco y sentí un escalofrío en todo el cuerpo, era como si en vez de estar comiendo la hamburguesa estuviera haciendo el amor con ella. Fue orgásmico poder comer y encima recordar que estaba haciendo lo único que podía hacer, lo mejor que podía hacer. Y además, qué delicia es comer cuando tenés hambre y ¡¡¡encima la hamburguesa más rica de todo el universo!!!!

Realmente no lo podía creer, lo que iba sintiendo al masticar: el crujir del pan tostado en mis dientes junto la suavidad de la mayonesa mezclada con la temperatura tibia de las chauchas y con el arroz. Me decía: este momento es único, o sea, “este hacer es único” y sé que va a terminar, pero luego le va a suceder otro hacer único. Allí, antes de comer la segunda hamburguesa, busqué la cámara fotográfica y la fotografié, para recordar como era la hamburguesa más rica de todo el universo, que sólo yo la pude comer en ese momento, pero estoy seguro que muchos más podran hacerse una hamburguesa más rica del universo y no sólo ello, sino que podrán disfrutar de la conversación más hermosa del universo, cómo del dolor de panza más feo y siempre recordando que todo es lo mismo: un hacer… una experiencia que podemos disfrutar o no hacerlo. Podemos aceptar o no aceptarla…

Finalmente, cuando terminaba de comer la hamburguesa me preguntaba: “¿será que recordaré siempre este aprendizaje o lo volveré a olvidar?”… 

No me importa, porque a pesar de que lo olvide un millón de veces, cada vez que lo recuerde, será  como si todo lo anterior hubiera tenido la única función de conducirme a este momento perfecto y único y por ende volvería a olvidarlo todo una y mil veces… 

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